¿Qué es estar conscientes?

La consciencia está íntimamente ligada a nuestros sentidos y nos abre la puerta al conocimiento de todos los objetos del universo, incluida nuestra propia corporalidad y mente.

PSICOLOGÍA BUDISTA

Cristián Alarcón G.

5/3/20259 min read

Escribo este artículo a solicitud de Juan Carlos, amigo lector y comentarista de mis textos radicado en Chiloé, y de esta forma también aprovecho de dar continuidad a otra publicación que hice hace unos meses atrás sobre “¿Cómo ocurre la experiencia humana según la psicología budista?” donde, en el contexto de la explicación de los cinco skandas o agregados, menciono que escribir sobre la consciencia es para un artículo en sí mismo. Bueno, ésta es la ocasión para hacerlo.

La pregunta que da origen a este texto puede parecer algo trivial, sin embargo, es un asunto sobre el cual hasta hoy no hay una sola posición en el budismo, en la psicología, ni en las neurociencias. Además, desde mi punto de vista, es un tema de la mayor relevancia, toda vez que al menos desde Freud se ha mencionado que un objetivo de la psicoterapia es ampliar o profundizar el grado de conciencia respecto a nuestros procesos cognitivos y emocionales (hacer consciente lo inconsciente), modelos mentales, hábitos, bucles o cualquiera sea el constructo que se utilice para explicar los fundamentos de nuestro malestar, comportamiento y/o formas de pensar, con el fin de que podamos realizar una mejor gestión de nuestras emociones.

Para responder a Juan Carlos, es necesario entender qué es la consciencia y para eso, en esta ocasión me basaré solo en la perspectiva budista. Consideré complementar con otros puntos de vista (por ej. Varela), pero eso quedará para un próximo esfuerzo.

¿Qué es la consciencia y cuál es su función?

Dentro del budismo hay diversos enfoques respecto a la comprensión de la consciencia y la mente en general, motivo por el cual optar por una definición, implica necesariamente tomar una posición. En este caso, adoptaré la perspectiva validada por el Dalai Lama que es de Nagarjuna, filósofo indio, fundador de la escuela Madhyamaka y que vivió entre los siglos II y III EC.

Desde esta perspectiva, la consciencia (vijñana en sánscrito, namshe en tibetano) es un fenómeno que surge a partir del contacto de los órganos de los sentidos (ojo, oído, mente, etc.) con los objetos de la percepción (formas visibles, sonidos, objetos mentales, etc.) y cesa cuando cambian las condiciones (por ej. desaparece el objeto que veíamos, la idea que teníamos en mente o prestamos atención a otro fenómeno), instante en el que surge un nuevo momento de consciencia.

La función de la consciencia es conocer, es decir, sostener la apariencia de cualquier objeto y percibir otros objetos. Por medio de la consciencia uno conoce las formas visibles, el sonido, el olor, el sabor, los objetos tangibles y los objetos de la mente, es decir, los seis tipos de objetos sensoriales.

Como vemos, la cognición se produce cuando la mente actúa junto con el cuerpo y es entonces cuando tenemos la capacidad de experimentar.

En síntesis, la consciencia es un fenómeno condicionado que no tiene existencia en sí mismo (vacuidad) ya que surge solo en dependencia de sus respectivas causas (contacto, sentidos y objetos). Además, es fenómeno discreto, no continuo, ya que se experimenta como un momento de consciencia tras otro.

6 clases de consciencia y sus características

Bajo este marco, se considera que tenemos seis clases de consciencia, cada una ligada a un órgano de los sentidos y a su respectivo objeto de sensorial. Éstas son:

  1. Conciencia del ojo: Información que tiene al ojo como su base y a la forma visible como su objeto.

  2. Conciencia del oído: Reacción que tiene al oído como base y al sonido como objeto.

  3. Conciencia de la nariz: Reacción que tiene a la nariz como base y al olor como objeto.

  4. Conciencia de la lengua: Reacción que tiene a la lengua como base y al sabor como objeto.

  5. Conciencia del cuerpo: Reacción que tiene al cuerpo como base y a lo tangible como objeto.

  6. Consciencia mental: Reacción que tiene al órgano de la mente como base y a los fenómenos mentales como objetos.

Como vemos, cinco de éstas son consciencias no conceptuales o sensitivas debido a que surgen a partir de una relación directa entre los órganos de los sentidos con los objetos percibidos.

Thubten Chodron indica que cada una de estas consciencias tiene una cualidad específica: la consciencia visual tiene la capacidad de ver la forma y el color, la consciencia auditiva tiene la capacidad de conocer los sonidos, la consciencia olfativa tiene la capacidad de reconocer los olores, etc. En definitiva, cada una tiene una capacidad concreta y un órgano en particular. Por lo tanto, la consciencia, el órgano y el objeto son de carácter específico para su tipo de consciencia. Por ejemplo, nuestra consciencia visual no es capaz de conocer los sonidos, esto solo lo puede hacer nuestra consciencia auditiva. En este caso, conocer tiene el sentido de percibir o reconocer un objeto sensorial antes de asignarle un concepto. También podemos reconocer la sensación que nos provoca en términos de si la experimentamos como agradable, desagradable o neutra.

Por otra parte, la consciencia mental no requiere de la presencia inmediata de un objeto para emerger, ni depende de la operación activa de los sentidos, sino que es una consciencia conceptual. Según Chodron, ésta es la consciencia que dice: “Esto es así”, “Me gusta esto y aquello”, etc. por lo tanto, es la que concibe, la que da un sentido a la experiencia.

La consciencia mental puede conocer los objetos por medio de una imagen mental. Por ejemplo, podemos ver un cuadro (consciencia visual), luego cerrar los ojos, recordarlo y sostener esa imagen en nuestra mente (consciencia mental). Pero también puede conocer objetos directamente con solo pensar en ellos y es aquí donde entra a jugar un rol la capacidad de abstracción. Por ejemplo, podemos imaginar un edificio sin haberlo visto antes para diseñarlo en un programa de arquitectura o construcción 3D. O podemos organizar en nuestra mente la estructura de un artículo pensando en cuales deberían ser los temas que considerar. En este caso los objetos mentales pasan de lo concreto a lo abstracto (ideas, modelos, números, etc.), incluyendo conceptos de construcción (por ej. cálculos, especificaciones de materiales), tendencias arquitectónicas (por ej. sustentabilidad) o tópicos propios del ámbito que se incluirán en el artículo.

Hay dos rasgos que caracterizan la consciencia mental que son su “luminosidad o claridad” y el “saber o cognoscibilidad”. Reflexionando sobre este tema, el Dalai Lama recuerda sus lecciones de niño cuando tuvo que memorizar la siguiente definición: “Lo mental es aquello luminoso y sabio”. Al respecto escribe: “por claridad se entiende la capacidad de los estados mentales de revelar o reflexionar. Por saber, en cambio, se entiende la facultad de los estados mentales de percibir o aprehender lo aparente. Todos los fenómenos que ostentan estas cualidades cuentan como mentales”. Entonces, cuando sostenemos la apariencia de cualquier objeto concreto o abstracto en nuestra mente, la reflexión nos permite iluminar las causas y condiciones que explican su particular forma de expresión y de esta forma llegamos a percibirlo y conocerlo.

Factores Mentales

Para finalizar con la caracterización de la consciencia mental me referiré a los procesos que incluye que son los denominados “factores mentales” (cetasikas en sánscrito). Acariya Anuruddha los define como “fenómenos mentales que ocurren en conjunción inmediata con la conciencia y la asisten realizando tareas más específicas en el acto total de cognición. Los factores mentales no pueden surgir sin la conciencia ni ésta puede surgir completamente segregada de los factores mentales. Pero, si bien los dos son funcionalmente interdependientes, la conciencia se considera como primaria porque los factores mentales asisten en la cognición del objeto dependiendo de la conciencia, que es el principal elemento cognitivo”. Algunos de estos factores mentales son netamente cognitivos, mientras que otros son emocionales. Por otra parte, algunos de ellos nos motivan a la acción y otros surgen únicamente en estados meditativos.

Los factores mentales son 52 y se organizan en cuatro grandes categorías.

  1. Universales (7): Son los encargados de realizar las funciones cognitivas esenciales, sin las cuales la conciencia de un objeto sería completamente imposible. Estos son contacto, sensación, percepción (incluye la memoria), volición (voluntad), unificación de la mente con el objeto, facultad vital mental y atención.

  2. Ocasionales (6): Son similares a los anteriores, pero solo se encuentran en ciertos estados mentales. Son pensamiento, aplicación sostenida de la mente sobre el objeto (propia de estados meditativos), decisión (resolución), vigor, entusiasmo y deseo de hacer.

  3. Factores insanos (14): Orientan la consciencia hacia estados no virtuosos y emocionales negativos. Estos son ignorancia, desvergüenza, osadía, agitación, apego, concepción errónea, vanidad, enojo, envidia, avaricia, preocupación, sopor, somnolencia y duda.

  4. Factores hermosos (25): Orientan la consciencia hacia estados virtuosos y emocionales positivos. Algunos de ellos son fe, atención completa, vergüenza, no apego, no enojo, neutralidad de la mente, tranquilidad del cuerpo mental, tranquilidad de la conciencia, recto lenguaje, recta acción, recta vida, compasión y facultad de la sabiduría.

Entonces… ¿qué es estar conscientes?

Volviendo a la pregunta que planteaba Juan Carlos, creo que estar conscientes es ineludible. No hay una forma distinta de estar el mundo que no sea conscientes, al menos en nuestro estado de vigilia. Siempre alguno de nuestros órganos de los sentidos está en contacto con un objeto (especialmente visuales y auditivos) y nuestra mente normalmente está ocupada con objetos mentales (ideas, imágenes mentales, abstracciones, recuerdos, planes, etc.). De hecho, el gran problema de la sociedad actual es que estamos saturados de estímulos, lo que supone un desafío para los sentidos y consciencias.

Estar conscientes implica ser sensibles a nuestras sensaciones físicas, pensamientos y emociones y a los fenómenos del mundo que nos rodea, lo que requiere el despliegue permanente de los factores mentales descritos antes, especialmente aquellos que contribuyen a alcanzar estados con la sensibilidad suficiente para iluminar y aprehender, en el nivel que requiramos, las cualidades de los diferentes objetos sensoriales y mentales, incluida la misma consciencia.

Estar conscientes requiere entender que nuestra vinculación con el mundo es tan íntima, que la separación entre sujeto y objeto no existe y es artificial. Nuestra consciencia de los objetos sensoriales o mentales está ligada a los factores que predominan en nuestra mente. La percepción siempre va a estar sesgada por prejuicios (concepciones erróneas), estados emocionales (enojo, compasión), desconocimiento (ignorancia), etc. o facilitada por la claridad de la consciencia. Lo interesante de esto es que sucede en cada momento de nuestras vidas, respecto a todos los objetos. Cada cosa que percibimos o pensamos está vinculada con nuestros factores mentales dominantes. Podemos creer que el mundo exterior está fuera, pero somos parte de él, y al percibirlo se actualiza ese vínculo. Finalmente estamos acoplados.

Por último, estar conscientes implica ser capaces de observar la consciencia (metacognición) y reconocer que tenemos la posibilidad de desarrollarla, tanto en términos de su amplitud como de su profundidad. Con amplitud me refiero a la apertura de la consciencia a ideas, visiones y objetos sensoriales diversos, y con profundidad a la capacidad de indagar de forma sostenida y detallada sobre sus cualidades. Se ha demostrado que los ambientes heterogéneos son los más propicios para la evolución de las especies y creo que lo mismo aplica para la consciencia.

¿Qué hacer?

De alguna manera, la mayoría de los modelos psicoterapéuticos buscan que aprendamos a gestionar nuestras emociones a través de métodos que pretenden ampliar y/o profundizar la consciencia respecto a los mecanismos que mantienen los síntomas.

Para el budismo “es el conocimiento o la visión interior acertada lo que nos libra de los estados mentales ilusorios”, es decir, la capacidad de conocer, percibir o reflexionar sobre nuestros procesos mentales y emocionales con la luminosidad de la consciencia es lo que nos permite avanzar en la gestión de las causas de nuestro malestar (kleshas: pensamientos o emociones aflictivas).

A diferencia de la ciencia occidental que estudia la mente y la consciencia como un objeto externo (tercera persona) utilizando equipos tales como scanner, resonancia magnética, electroencefalógrafo, etc., el budismo dispone de un método en primera persona que es la meditación.

Hay dos clases de práctica, cada una con objetivos complementarios y métodos diferentes:

  1. La primera clase es la meditación de calma mental o samatha / shamatha que significa “quietud de la mente”, a través de la cual se busca alcanzar estados meditativos de unificación de la mente que provocan que se controle su agitación.

  2. La segunda clase es la meditación de visión penetrante o vipassana que significa “ver en formas diversas”. La visión penetrante “es la percepción directa por medio de la meditación de las tres características de los fenómenos: la impermanencia, el sufrimiento y la vacuidad o no-yo. La percepción de las tres características es la función del factor mental sabiduría (prajña) dirigido hacia la penetración de la naturaleza real de las cosas”.

Estas definiciones son bastante doctrinarias y están pensadas para el desarrollo espiritual en pos de la iluminación. Desde un punto de vista laico y más pragmático, las prácticas de atención plena o mindfulness permiten trabajar con nuestros estados de consciencia. La respiración de calma, escaneo corporal, alimentación y actividades domésticas o cotidianas conscientes, son formas de ampliar y profundizar en el conocimiento de la consciencia.

Dejaremos para próximos artículos estos dos íconos de la meditación y el mindfulness. Por ahora, nos quedaremos con que hay un camino para el desarrollo de la consciencia y que cada uno decide hasta dónde lo transita. Podemos recorrerlo (o no) para mejorar nuestro bienestar mental o también para alcanzar la iluminación. Cada uno decide en función de sus propias causas y condiciones.

Bibliografía

  • Anuruddha (Entre s. V a s. XII EC). Compendio del Abhidharma (Abhidhammattha Sañgaha). Traducción U Nandisena, 1999.

  • Asanga (s. IV EC). El Compendio del Abhidharma (Abhidharma samuccaya). Traducción Upasaka Losang Gyatso, 2014.

  • Chodron, T. Los Factores Mentales. Ediciones Dharma, 2004.

  • Gyatzo, Tenzin - Dalai Lama. El universo en un solo átomo. Editorial Debolsillo, 2007.

  • Nagarjuna (s. II – III EC). Fundamentos de la vía media. Ediciones Siruela, 2011.