La Aversión y sus Antídotos: Paciencia y Terapia Centrada en la Compasión

En este artículo analizaremos de qué forma la aversión o el odio nos hace sufrir, y revisaremos algunas recomendaciones y prácticas que nos permiten gestionar esta emoción.

PSICOTERAPIA Y BUDISMO

Cristián Alarcón G.

8/16/20244 min read

Continuando con la serie de artículos sobre el sufrimiento, sus causas y cómo gestionarlas, en esta ocasión exploraremos la aversión, otro de los “3 Venenos” además del deseo y la ignorancia.

La aversión, su dinámica y consecuencias

La palabra aversión corresponde al término sánscrito “Dvesha” y otras traducciones recurrentes del concepto son las de odio o rechazo.

Una definición doctrinaria del término es “detestar a los seres, el sufrimiento y las condiciones de sufrimiento”, y su función es la de “proveer de una base para los estados desafortunados y para la mala conducta”.

Con el fin de que entendamos mejor esta definición, analicemos su sentido.

En primer lugar, detestar o rechazar a otros seres (por ej. personas o animales) surge de un error o distorsión cognitiva, porque a partir de una característica específica de un ser, llegamos a la conclusión de que es malo, negativo, dañino, etc. por completo (generalización), solidificando una imagen que no reconoce sus otros aspectos. Incluso, podríamos estar exagerando o imponiendo al otro una cualidad que no posee.

Por otra parte, sentir aversión por el sufrimiento y sus condiciones, implica negar un aspecto ineludible de la realidad, que es el hecho de que el sufrimiento existe y que nos encontramos en el estado de existencia condicionado de dukkha, tal como se indicó en el primer artículo de esta serie.

Sentir aversión, al igual que deseo, es parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, apegarnos a esta emoción y no gestionar los diferentes estados mentales que provoca, genera distintos tipos de infortunios o perturbaciones que hemos experimentado la mayoría de nosotros en algún momento de nuestras vidas, tales como:

  • Imposibilidad de experimentar paz, alegría y felicidad.

  • Insomnio, inquietud.

  • Tensión muscular, dolor y malestar físico.

  • Aumento de la frecuencia cardíaca y presión arterial.

  • Secreción de adrenalina y cortisol.

  • Infelicidad, resentimiento y pérdida de confianza de parte de los otros.

  • Conflictos y enemigos.

¿Alguna de estas consecuencias les parece conocida?

La aversión y sus diferentes expresiones (resentimiento, cólera, rencor, envidia, celos, crueldad) son causa de comportamientos con consecuencias indeseadas. Para ponerlo en perspectiva, solo habría que preguntarse ¿cuántas veces nos hemos arrepentido de acciones realizadas bajo los efectos de alguno de estos estados mentales? Lo más probable es que la respuesta sea “muchas”. Además, cuando actuamos desde la aversión es altamente probable que generemos la misma respuesta en el otro, provocando un conflicto que tiene el potencial de salirse de control.

La aversión hacia uno mismo y la Terapia Centrada en la Compasión

Hasta ahora hemos analizado la aversión hacia los otros, pero ¿qué sucede cuando se dirige hacia uno mismo?

Una de las constataciones que llevaron a Paul Gilbert a desarrollar la Terapia Centrada en la Compasión (CFT) fue que las personas con problemas crónicos de salud mental provienen, por lo general, de entornos de elevado estrés y/o bajo altruismo y cuidados. Como consecuencia, pueden resultar afectadas de un modo profundo por la vergüenza, la autocrítica y el odio hacia sí mismas, y resultarles muy difícil abrirse a la bondad de los demás y ser amables consigo mismas.

¿Cómo gestionar la aversión?

En términos generales, la doctrina budista plantea que el antídoto para la aversión es el amor o la compasión. Shantideva, un erudito indio del siglo VIII, es más específico y plantea que “no hay negatividad mayor que la aversión ni mayor remedio que la paciencia”, que es un estado mental en el que no nos enojamos, sino que somos capaces de soportar diversas dificultades y sufrimientos.

Dos formas de practicar la paciencia son:

1. La gran compasión: Siempre debemos entender las causas y condiciones que hay detrás de cualquier persona que se genere daño a sí misma, a otros o a nosotros. No es necesario enfadarnos con ella, ya que es su propio sufrimiento el que la lleva a actuar así.

2. Transformar los obstáculos en aliados: Cuando surge la ira es necesario limitarla solo al asunto específico que la causó, evitando que aumente a través de su asociación con situaciones conflictivas previas (resentimientos, recuerdos, etc.) o actuales. Es mejor hacer un pequeño sacrificio y no ceder ante el deseo de actuar en base a la cólera, que caer en ella y profundizar el sufrimiento por ese motivo. A continuación, a través del autoconocimiento y la reflexión, es necesario reconocer qué condiciones personales nos impiden ser pacientes con aquellos que nos generan aversión, ya que esas condiciones actúan como obstáculos para el cultivo de la paciencia. Una vez reconocidos los obstáculos, estaremos en condiciones de administrarlos.

Terapia Centrada en la Compasión (CFT)

Las prácticas descritas anteriormente también aplican para el abordaje de las dificultades observadas por Paul Gilbert (vergüenza, autocrítica, odio hacia uno mismo) y que influyeron en el origen de la Terapia Centrada en la Compasión.

Además, la CFT dispone de una serie de prácticas basadas en el mindfulness y la imaginería, orientadas a suavizar y equilibrar nuestras emociones, y a generar un vínculo con nosotros mismos y los otros basado en algunas de las principales cualidades de la compasión, tales como la sabiduría (no juicio), la amabilidad y la fortaleza interna, entre ellas:

1. Respiración de calma: consiste en centrar la atención en observar la respiración amablemente y sin juicios, y estar “plenamente presentes” con el propósito de generar estados de calma mental.

2. Práctica del color compasivo: requiere imaginar un color que se asocie con la compasión y la sensación de calidez y amabilidad, para que posteriormente pueda ser evocado con el propósito de proporcionar calma en situaciones de aflicción.

3. Práctica del yo compasivo: implica imaginar que uno posee las cualidades de la compasión mencionadas anteriormente y las aplica en su relación con uno mismo y los otros, de manera tal que, en situaciones de vergüenza, autocrítica u odio hacia uno mismo, una persona pueda utilizar su “yo compasivo” para enfrentarlas.

Bibliografía

Asanga (s. IV d.C.). El Compendio del Abhidharma. Traducción de Upasaka Losang Gyatso (2014).

Gilbert, Paul (2015). Terapia Centrada en la Compasión. Editorial Desclée de Brouwer.

Ricard, M (2003). Cap. 4. Una Psicología Budista. En Goleman, D. (2003). Comp. Emociones Destructivas. Editorial Vergara.

Shantideva (s. VIII d.C.). Introducción a la Práctica del Bodhisattva. Traducción de Lama Djinpa (2003).

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