Tratamiento de la Ira en la Terapia Centrada en la Compasión

Enfoque clínico para trabajar la ira desde la Terapia Centrada en la Compasión, utilizando el modelo RAGE. Se exploran sus causas, manifestaciones y estrategias para transformarla en respuestas compasivas.

TERAPIA CENTRADA EN LA COMPASIÓN

Cristián Alarcón G.

8/7/20258 min read

En este artículo profundizaré en una de las manifestaciones más frecuentes de la aversión: la ira, un motivo de consulta común en psicoterapia. Presentaré un método de abordaje clínico desde el enfoque de la Terapia Centrada en la Compasión (CFT, por sus siglas en inglés).

Antecedentes sobre la Ira

La ira es una emoción básica y universal del repertorio humano. Ha sido observada en personas de todas las culturas a lo largo del tiempo y sus expresiones faciales son entendidas globalmente, incluso en el mundo animal.

Como todas las emociones, la ira tiene un rol evolutivo, ya que surge como una respuesta de protección ante la percepción de una amenaza real o imaginada a nuestra integridad física o emocional o la de nuestros seres queridos. En este sentido, puede ser entendida como un resultado del sufrimiento de la persona que la padece y está determinada, en gran medida, por variables que muchas veces escapan al control individual, tales como, la genética -ya que se trata de una respuesta innata del ser humano- y el aprendizaje adquirido mediante la interacción con su entorno significativo -ya que el hábito puede haber sido reforzado durante la crianza a partir del modelamiento de alguno de sus cuidadores o por haber sufrido sus consecuencias.

Desde esta perspectiva, la ira puede entenderse como la única respuesta posible de una persona en función de sus propias causas y condiciones. No obstante, esta emoción se transforma en un problema cuando las circunstancias, su intensidad y su frecuencia de expresión exceden los límites, generando un impacto negativo tanto en el emisor como en sus receptores. Bajo estas circunstancias, la ira debe ser considerada como una señal para que la persona asuma el control y tome la responsabilidad de gestionarla.

La ira se expresa de diversas formas, entre ellas:

  • Frustración, cuando nuestros objetivos son bloqueados.

  • Irritabilidad, reflejando un estado de ánimo subyacente.

  • Ira impulsiva, cuando se manifiesta como una reacción rápida y poderosa.

  • Ira justiciera, frente a la arbitrariedad o contra la crítica injusta.

  • Su expresión también varía en intensidad, y va desde la irritación y frustración hasta la rabia.

Tratamiento de la Ira

En el contexto de la Terapia Centrada en la Compasión se ha desarrollado un modelo de abordaje de la ira denominado RAGE, que es el acrónimo de Reconocer - Acceder - Generar - Enactuar (Poner en práctica). A continuación, expondré cada una de las fases de este proceso.

R (Recognize) - Reconocer la ira como una respuesta de amenaza.

El primer paso de este proceso consiste en aprender a identificar los signos de la ira a medida que surgen.

Esto requiere:

  1. Comprender que se trata de una reacción del sistema de amenaza, cuyo propósito es protegernos.

Para tal efecto, es necesario comprender la naturaleza de la ira, es decir, que es una respuesta natural del sistema de amenaza cerebral y, por lo tanto, su aparición no es culpa del que la experimenta.

Además, es importante aprender a identificar sus factores desencadenantes, dentro de los cuales se encuentran el temperamento, los hábitos adquiridos en las relaciones tempranas con los cuidadores y las experiencias de vida que han moldeado la conducta.

Otro aspecto relevante es el concepto de mentalidad social propuesto por Paul Gilbert. Este se refiere a la forma en que las emociones, en este caso particular la ira, organizan la mente influyendo sobre las sensaciones físicas, la atención, las motivaciones, la fantasía, los pensamientos y las conductas. Cada emoción tiene un efecto distinto sobre estos diferentes aspectos de la experiencia. Veamos un ejemplo. Supongamos que vemos a un ladrón robando a una persona mayor. En ese momento nuestra atención se estrecha y focaliza en la amenaza percibida y perdemos de vista todo lo demás. Podría surgir la motivación de castigar al ladrón y ayudar a la víctima. Aparecen pensamientos automáticos que magnifican la situación, por ejemplo, lo injusto de que alguien se aproveche de una persona indefensa. Además, podríamos quedarnos rumiando diferentes ideas relacionadas por mucho rato después de la situación. La emoción sentida en el cuerpo incluye aumento de la frecuencia cardiaca, tensión en hombros, cuello y espalda. Surgen fantasías relacionadas con todas las formas de castigar al ladrón. Y nuestra conducta se orienta a perseguirlo o ayudar a la víctima. En síntesis, la mentalidad social configura distintos tipos de experiencia dependiendo de la emoción dominante en un determinado momento que, en el caso de la ira, normalmente conlleva estados de sufrimiento tanto para el que la experimenta como para su destinatario.

  1. Reducir la activación física que acompaña a la ira mediante técnicas de respiración, imaginería y/o mentalización.

Algunas habilidades o herramientas que facilitan este proceso son:

Usar la atención plena en la respiración (mindfulness) para notar las señales de aparición de la ira y su manifestación en los diferentes componentes de la “mentalidad social”. Esto implica salir del “piloto automático” en el que operamos en el día a día prestando atención al momento presente y sin juzgar lo que nos ocurre. De esta forma, llegamos a observar nuestros pensamientos y emociones como eventos mentales, sin quedar atrapados en ellos, creando una distancia que permite generar una respuesta consciente. Se sugiere la práctica de "períodos cortos, muchas veces" para integrar la atención plena en la vida diaria.

En las situaciones donde surge la ira, preguntarnos: ¿cuál es la amenaza?, ¿qué otros sentimientos hay?, ¿qué es lo que más temo? Este proceso se llama mentalización, que es la capacidad de comprender las acciones propias y ajenas en términos de deseos, sentimientos, necesidades, creencias y razones subyacentes. Nos ayuda a ver más allá de las apariencias, a entender la complejidad de las motivaciones y a desviar la atención de culpar a otras personas o factores externos de lo que nos sucede.

  1. Refrenar el comportamiento impulsado por la ira

Por último, en esta primera etapa debemos evitar actuar de la manera habitual, ya sea reprimiendo o expresando la ira, y ampliar la perspectiva de la situación suspendiendo la rumiación.

A (Access) - Acceder al yo compasivo

En esta segunda etapa, es fundamental acceder al “yo compasivo” lo antes posible, con el propósito de transformar las emociones difíciles y gestionarlas de forma más saludable.

El yo compasivo es una forma de organizar la mente a partir de las cualidades de la compasión, que influye en cómo pensamos, sentimos y actuamos (concepto de mentalidad social explicado anteriormente). Permite mirar nuestras acciones de manera compasiva para entender por qué nos hemos comportado de cierta manera, incluso cuando es perjudicial, así como cambiar la forma en que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos, pasando de la autocrítica a una mentalidad más útil y constructiva.

El desarrollo del yo compasivo requiere cultivar una serie de cualidades y habilidades, dentro de las cuales destacan las siguientes:

  1. Sabiduría: Implica, en primer lugar, una motivación para entender, “saber y aprender” con apertura hacia lo novedoso. En segundo lugar, una capacidad de reflexionar sobre la condición y la naturaleza humana y asumir sus complejidades y paradojas. En tercer lugar, nos permite considerar las situaciones desde diferentes puntos de vista, desarrollar una mente tranquila y minimizar la proyección y el razonamiento emocional. Se trata de no juzgar ni condenar. En cuarto lugar, las emociones que apoyan la sabiduría se basan en el cuidado para aliviar el sufrimiento y favorecer la prosperidad del yo y de los demás.

  2. Calidez: Significa que una mente compasiva y nuestros esfuerzos por su desarrollo se dan en un contexto de amabilidad y autoaceptación. Al aprender a dirigir la calidez hacia el trabajo con la ira, nos recordamos que esta experiencia no es culpa nuestra y nos animamos a elegir trabajar con ella de forma más eficaz. La calidez nos permite reconocer que el esfuerzo por trabajar con la ira es valiente y bondadoso.

  3. Fortaleza interna: Paul Gilbert se refiere a este aspecto del yo compasivo como la capacidad de “sobrellevar” los sentimientos dolorosos y lo relaciona con el valor para enfrentar las dificultades y actuar de manera constructiva. Se la describe como una “autoridad emocional amable” que capacita a la persona para entender, aceptar y gestionar sus propias respuestas emocionales de una manera constructiva y efectiva.

Cultivar el yo compasivo, así como utilizar diferentes prácticas y herramientas de la terapia centrada en la compasión -como la respiración de calma o rítmica, la observación consciente de la emoción, la práctica del lugar seguro, etc.- permite aceptar y tolerar el malestar producido por la ira, así como activar nuestro sistema de calma y seguridad para trabajar con esta emoción.

G (Generate) - Generar alternativas compasivas

Una vez que mediante los pasos anteriores se ha logrado alcanzar cierta distancia de la ira, corresponde generar nuevas respuestas a través de pensamientos y comportamientos compasivos.

  1. Generar pensamientos compasivos

El pensamiento compasivo es una forma de organizar la mente que busca el bienestar propio y de los demás, transformando la ira en un estado mental más pacífico. Implica identificar y reemplazar los pensamientos que alimentan la ira por otros más amables, ecuánimes y orientados al bienestar.

Sus características son las siguientes:

  • Es amplio y considerado: evalúa múltiples factores para comprender una situación.

  • Es flexible y orientado a la resolución de problemas: Reconoce que los desafíos de la vida a menudo no tienen soluciones fáciles, pero busca maneras de abordarlos de forma reflexiva y consistente con los valores personales.

  • Activa el sistema de seguridad: lo que nos ayuda a sentirnos cómodos y en paz.

  • Dirige la amabilidad hacia los demás y hacia uno mismo.

  • Es no crítico y empático: Ayuda a reconocer que todos desean ser felices y libres de sufrimiento, y que todos luchan con cerebros complejos y desafíos vitales.

  • Está enfocado en ayudar y encontrar soluciones que beneficien a todos y no causen daño.

Dos formas de desarrollar el pensamiento compasivo son hacer uso de una “Tarjeta de Pensamiento Compasivo” o mediante la “Resolución Compasiva de Problemas”.

  1. Desarrollar comportamientos compasivos

El comportamiento compasivo se define por la sensibilidad al sufrimiento propio y ajeno, junto con una motivación genuina para ayudar a aliviarlo. Esto permite actuar de manera asertiva y empática, considerando las necesidades y sentimientos de los demás.

Se caracteriza por lo siguiente:

  • Expresa respeto por uno mismo y los demás.

  • La búsqueda del bienestar personal y de los otros.

  • La asertividad, que se refiere a la capacidad de expresar sentimientos, deseos y desacuerdos de manera directa y apropiada, sin recurrir a la agresión, la pasividad o la pasividad-agresividad.

  • La voluntad de reparar o sanar las relaciones después de un conflicto.

  • Tolerancia a la angustia en lugar de evitar o reaccionar impulsivamente.

  • El reconocimiento de la interdependencia, es decir, comprender cómo la vida individual es apoyada por los esfuerzos de innumerables personas, fomentando la gratitud y reduciendo los sentimientos de aislamiento.

  • El autocuidado.

  • La responsabilidad, sin caer en la auto-culpabilización.

  • No coercitivo ni manipulador.

Algunos ejemplos de comportamientos compasivos son:

  • Aceptar las propias imperfecciones sin culpa y buscar formas de tener éxito o ser feliz a pesar de ellas, o bien soltar metas poco realistas.

  • La reconciliación y el perdón.

  • Fomentar interacciones positivas, implica construir una "cuenta bancaria relacional" a través de la cortesía, cumplidos sinceros, saludos amables y evitación de comentarios hirientes o el retraimiento.

E - Enactuar (o poner en práctica) alternativas compasivas

La última etapa de este proceso consiste en poner en práctica las nuevas respuestas compasivas generadas.

Una vez implementadas, es importante evaluar su efectividad y los resultados obtenidos. Esto nos permitirá decidir cuáles conductas integrar a nuestro repertorio habitual. De esta forma, construiremos una respuesta compasiva ante la ira a largo plazo e iremos generando nuevos hábitos.

Finalmente, este modelo nos invita a experimentar con nuestro yo compasivo, manteniendo una actitud abierta y flexible que favorezca el desarrollo continuo de nuestras capacidades para gestionar la ira y cultivar la compasión.

Bibliografía

  • Gilbert, Paul (2015). Terapia Centrada en la Compasión. Editorial Desclée de Brouwer.

  • Kolts, Russell L. (2012). The Compassionate-Mind Guide to Managing Your Anger: Using Compassion-Focused Therapy to Calm Your Rage and Heal Your Relationships. New Harbinger Publications, Inc.