¿Por qué desear nos hace sufrir?

Según la doctrina budista, el deseo es una de las principales causas del sufrimiento. Aprende cómo se produce este fenómeno en la vida cotidiana y que alternativas tienes para gestionarlo.

PSICOTERAPIA Y BUDISMO

Cristián Alarcón G.

7/21/20245 min read

En el artículo anterior mencioné que las tres principales causas del sufrimiento son llamadas “Los 3 Venenos”, estos son el deseo, la aversión y la ignorancia. En el presente artículo hablaremos sobre el primero de ellos, el deseo.

Muchos se preguntarán ¿cómo desear puede ser una causa de sufrimiento si es algo tan natural y parte de la vida cotidiana? O podrían pensar “Yo todos los días tengo muchos deseos… de personas, experiencias, objetos, etc. y no necesariamente sufro. Al contrario, me lleva a lograr nuevos objetivos”. En este artículo buscaré aclarar por qué desear puede generar malestar o sufrimiento.

El deseo y su relevancia en la doctrina budista

La palabra deseo es uno de los usos del término sánscrito “Trisna” cuya traducción más literal es “sed”. Además, tiene otras acepciones que ayudan a entender mejor su sentido en el uso cotidiano, tales como apego, anhelo o avidez.

La importancia de este concepto es tal que, en su primer discurso de Benarés, el Buda indicó que la principal causa del origen del sufrimiento es “la sed que produce el renacer y el volver a ser, el cual está encadenado al deseo sensual, y que busca su deleite aquí y allá”. Es decir, el deseo está presente en todas partes, con respecto a todos los objetos, ocasiones, tiempos (pasado, presente y futuro), en todo lo perseguido y en todas las formas.

Es necesario entender que desde la perspectiva budista la idea de “deseo sensual” incluye la búsqueda de sensaciones positivas o, al menos, neutras de todos los órganos de los sentidos humanos (ojo, oído, nariz, lengua, cuerpo y mente) y el apego a sus correspondientes objetos, tales como, formas visuales, sonidos, olores, sabores, formas tangibles (cuerpos, objetos) y factores mentales (pensamientos y emociones). Como se podrán haber dado cuenta, en el budismo la mente es considerada un sexto sentido y, como tal, tiene sus propios objetos de apego.

Entonces… ¿por qué y cómo nos hace sufrir el deseo?

Tal como se indicó en el artículo anterior, el sufrimiento surge producto de causas que generan una perturbación que altera el cuerpo/mente, y que impiden que la mente perciba la realidad tal cual es.

El deseo, el ansia o la sed por las alegrías, placeres y riquezas de la vida induce a aferrarse o apegarse a la existencia y las diferentes personas y objetos que generan esas experiencias de satisfacción. Sin embargo, tanto la existencia, como las personas, objetos e ideas son impermanentes y están sujetos al cambio, por lo que tienen el potencial de generar desilusión y tristeza.

En la mayoría de los casos, la satisfacción de un deseo va a generar un sentimiento de gratificación al cual nos vamos a acostumbrar (habituación), la sensación va a desaparecer rápidamente, y a continuación, surgirá un nuevo deseo para ser satisfecho.

Algunas formas en las que el deseo genera sufrimiento son:

1. Cuando nos toca separarnos de aquello que es agradable

En estos casos, el sufrimiento (tristeza, ansiedad u otro) se genera debido a una separación real o imaginada de personas, objetos, situaciones o ideas que generan sensaciones positivas y por las cuales se siente afecto y apego.

Algunos ejemplos de la vida cotidiana:

Quiebres de pareja: Cualquiera está expuesto al sufrimiento de separarse de alguien por quien siente amor o sentir temor de que esto suceda.

Avaricia: La persona avara se angustia ante la eventualidad de perder cualquiera de las posesiones por las cuales siente apego (dinero u otros objetos).

Pérdida de estatus: El temor a dejar de gozar o la pérdida real de los beneficios asociados a una posición de privilegio que deseamos (cargo, jerarquía social) en muchas ocasiones se convierte en una fuente de malestar, tal como, tristeza, insomnio, competitividad, aislamiento, decepción u otra.

Ambición: El deseo de obtener cada vez más poder e influencia puede llevar a los dirigentes de un país a generar situaciones de sufrimiento (p.e. guerras) para mucha gente, incluidos ellos mismos.

Cómo podemos darnos cuenta, en todas estas situaciones el deseo inicial (pareja, dinero/objetos, estatus, poder) finalmente se transforma en una perturbación de nuestro estado mental.

2. Cuando no obtenemos aquello que deseamos

Pensemos en una situación bastante trivial. Nos hemos propuesto un objetivo o alguien nos solicitó que realizáramos algún trabajo. En ambos casos puede que nos pongamos ansiosos por finalizar rápidamente la tarea. Entonces, sobreviene una sensación subjetiva de apuro, podemos sentir tensión muscular en el cuello o agitamos las piernas. ¿A quién no le ha pasado? Podríamos decir que esta situación corresponde a “cuando (aún) no obtenemos aquello que deseamos” que es terminar nuestra misión y pasar a un nuevo tema.

Otro ejemplo, es cuando no se ha visto por un tiempo a alguien por quien se siente atracción y ansias de ver y, por algún motivo, existía una expectativa de reunirse (deseo), pero finalmente no se concreta y genera frustración.

En estos dos casos, el deseo (terminar una tarea, estar con alguien) se transformó en displacer debido a que algo frustra su cumplimiento.

Hay otras formas de sufrimiento asociadas al deseo sobre las cuales no vamos a profundizar ahora por motivos de extensión, tales como el deseo por mantener la vida, el deseo de no existencia o la asociación del deseo con algo desagradable. Por ahora, el objetivo es solo ejemplificar, de manera tal que podamos reconocer esta asociación entre deseo y sufrimiento en nuestra vida cotidiana.

¿Cómo gestionar el sufrimiento asociado al deseo?

En primera instancia, es importante entender que todos los fenómenos (físicos y mentales) son impermanentes y, por este motivo, están sujetos a la cesación y a la destrucción. Así, el apego a cualquier fenómeno, comenzando por el yo, solo puede provocar sufrimiento. Sin embargo, también es importante entender y aceptar los deseos como parte de nuestra naturaleza y, por lo tanto, un aspecto normal de nuestro funcionamiento mental.

Ante esta situación, el antídoto es cultivar el desapego.

Para realizarlo, tenemos que ser capaces de reconocer la relación de causa y efecto entre el deseo y el sufrimiento, mediante una observación atenta (mindful) y sin juicios (compasiva) de nuestras motivaciones y sus consecuencias en nuestro complejo mente/cuerpo, por ejemplo, utilizando el modelo de análisis ABC (Activador / Sistema de Creencias / Consecuencias) de Albert Ellis.

A continuación, la tarea será identificar y contemplar los aspectos desfavorables de un objeto de deseo con el propósito de realizar una valoración más objetiva de éste y corregir las distorsiones cognitivas generadas por su idealización.

En un siguiente nivel, mediante una práctica guiada, podemos analizar el deseo y observar diferentes cualidades, tales como su forma, color, textura, entre otros, con el propósito de aprehender su impermanencia e insustancialidad, y de esta forma, podremos avanzar en construir una base emocional que nos permita alcanzar mayor independencia emocional respecto a esta causa de sufrimiento.

Bibliografía

Asanga (s. IV d.C.). El Compendio del Abhidharma. Traducción de Upasaka Losang Gyatso (2014).

Ricard, M (2003). Cap. 4. Una Psicología Budista. En Goleman, D. (2003). Comp. Emociones Destructivas. Editorial Vergara.

Parakranabahu, A (2014). El Sutra de Benarés. Editorial Kairós.

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